Thursday, June 3, 2010

Engineers Without Borders

 
 

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via Razones para creer by Rafael Guillermo de la Piedra Seminario on 6/2/10


Engineers Without Borders - USA (EWB-USA) is a non-profit humanitarian organization established to partner with developing communities worldwide in order to improve their quality of life. This partnership involves the implementation of sustainable engineering projects, while involving and training internationally responsible engineers and engineering students.

A firm belief in the principle that engineers must hold the public welfare paramount, or above any other responsibility, led Amadei to reconsider his involvement in a hydroelectric plant in Costa Rica in 2002. He thought that this project would displace to many local residents and violate this principle of "do no harm." This realization came along about two years after his first experience with a humanitarian engineering project.

In 2000, Amadei organized an effort resulting in the construction of a water pump for a village in Belize. He undertook the effort at the suggestion of an immigrant landscaper working at his residence. Amadei saw that the installation of a pump to supply drinking water to the village of San Pablo would have a social impact on this community. Young girls in the village were tasked with carrying water each day from the river to the village. This meant that they could not attend school. Using the engineering talent of himself and his students to bring clean drinking water to the village had a huge social benefit to the community. This comprehension of the larger meaning of engineering inspired Amadei to create a volunteer organization that could enable engineers to donate their services in this manner.

From a small beginning with just a few students volunteering alongside him, the Engineers Without Borders organization has grown to 12,000 members in 225 chapters. Humanitarian aid has been provided in 41 countries, benefiting more than 600,000 people.

For additioonal information, please click on the link below:

http://ewb-usa.org/

Engineers Without Borders was founded by Bernard Amadei in 2000. He is Professor of Civil Engineering at University of Colorado at Boulder. He is a graduate of the University of California at Berkeley.

Bernard Amadei (born July 23, 1954 in Roubaix, France) is a professor of civil engineering at the University of Colorado, founder of Engineers Without Borders (USA), and director of the Mortenson Center in Engineering for Developing Communities. He is a member of the National Academy of Engineering and a recipient of the Hoover Medal. In 2009, he was recognized with an Award of Excellence from Engineering News-Record.





 
 

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Todo lo que pasa en una conversación de cuatro segundos y medio (I)

 
 

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via Genciencia by Sergio Parra on 6/2/10

Solemos vivir completamente ajenos a innumerables influencias que sólo registra nuestro inconsciente. La mejor manera de ejemplificar esto es escudriñar todo lo que ocurre en una conversación sólo durante cuatro segundos y medio.

Eso es lo que hizo William Condon en la década de 1960.

Condon se dedico a estudiar durante (atención) un año y medio un fragmento de cuatro segundos y medio de una grabación en video de una conversación. En ella, una mujer le dice a un hombre y a un niño, mientras están cenando: "Deberíais venir todas las noches. Hacía meses que no teníamos una cena tan agradable."

Bien, yo, en clase de literatura, he llegado a escribir análisis de cuatro páginas para un simple poema de 4 líneas. Pero dedicar año y medio a desgranar una conversación tan corta y simple, seccionando la película en fotogramas, cada uno de los cuales representaba un cuarentaicincoavo de segundo, ¿no suena exagerado?

Lo es si pensamos en una conversación entre personas como lo que vemos conscientemente. Pero a un nivel subliminal, ocurren muchas más cosas. Suficientes para escribir libros enteros. Así describe Condon el fragmento:

Para estudiar con cuidado la organización y secuencia de estos cortes, el acercamiento debe ser naturalista. Es decir, hay que sentarse a mirar una y otra vez, durante miles de horas, hasta que empieza a emerger el orden inherente a la materia observada. Es algo así como esculpir… Cuando más se estudia, se van descubriendo más datos sobre ese orden. Mientras miraba una y otra vez este fragmento de película, tenía una visión errónea del universo que se crea cuando tiene lugar la comunicación entre las personas. De alguna manera, éste era mi modelo: alguien emite un mensaje, otra persona lo devuelve. Los mensajes están por todas partes, pero había algo curioso en todo aquello.

Entonces, ¿qué descubrió Condon en este fragmento mínimo de interacción entre personas? ¿Qué datos entresacó de los yacimientos más profundos de la comunicación no verbal?

Sin duda, los resultados fueron sorprendentes. Pero habréis de leerlos en la siguiente entrega de este artículo sobre lo que ocurre en cuatro segundos y medio de vida social.

Vía | La clave del éxito de Malcolm Gladwell




 
 

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Todo lo que pasa en una conversación de cuatro segundos y medio (II)

 
 

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via Genciencia by Sergio Parra on 6/2/10

De tanto analizar el video de cuatro segundos y medio de conversación de aquella familia, Condon empezó a detectar toda clase de micromovimientos y otros patrones que se repetían sin cesar. Los tres miembros de la familia participaban inconscientemente en lo que Condon denominó "sincronía interactiva".

La conversación poseía una dimensión física rítmica. En cada fotograma, cada persona movía un hombro, una mejilla, una ceja o una mano, mantenía el gesto, lo detenía, cambiaba de dirección y volvía a empezar de nuevo. Dichos movimientos se acompasaban perfectamente con las palabras que esa misma persona pronunciaba (enfatizando, subrayando, elaborando el proceso de articulación), de manera que, en efecto, el hablante estaba danzando su propio discurso.

Simultáneamente, las otras personas de la mesa danzaban también, moviendo la cara, los hombros, las manos y todo su cuerpo al mismo ritmo.

Investigaciones posteriores han revelado que esta armonía existe no sólo en la secuencia de gestos, sino también en el ritmo de la conversación. Cuando dos personas hablan, el volumen y la entonación de ambos se nivelan. Se equilibra lo que los lingüistas llaman tasa de discurso, es decir, el número de sonidos por segundo.

Lo mismo ocurre con la latencia o lapso de tiempo que va desde que uno de los hablantes hace una pausa hasta el momento en que el otro comienza a hablar.

Ya un bebé de uno o dos días sincroniza naturalmente los movimientos de su cabeza, codos, hombros, caderas y pies con los modelos de diálogo de los adultos que los rodean. Imaginad, pues, hasta qué punto la gente que nos rodea influye en cómo hablamos, nos movemos y, en suma, nos comportamos.

Por supuesto, tal y como ocurre con todos los rasgos humanos especializados, hay personas que dominan estos reflejos mejor que otras. De ahí nacen personalidades más potentes o persuasivas: las que son capaces que los demás bailen más a su ritmo, estableciendo los términos de la interacción.

A todo esto hay que sumarle lo que se podría llamar "contagio emocional", que surge de la empatía natural que todos poseemos, así como la inevitable tendencia al mimetismo. Es decir, que si nuestro interlocutor sonríe, es más probable que nosotros sonriamos.

Bajo esta premisa, los psicólogos Elaine Hartfield y John Cacioppo, junto con el historiador Richard Rapson, dieron un paso más allá. En la siguiente y última entrega de esta serie de artículos sobre lo que pasa en cuatro segundos y medio de conversación os revelaré las conclusiones a las que llegaron.

Vía | La clave del éxito de Malcolm Gladwell




 
 

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Todo lo que pasa en una conversación de cuatro segundos y medio (y III)

 
 

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via Genciencia by Sergio Parra on 6/2/10

Lo que Hartfield y Cacioppo concluyeron es que no sólo contagiamos gestos sino también emociones, hasta niveles insospechados. Más o menos todo lo hemos intuido: cuando estamos con alguien que está de buen humor, nosotros también nos animamos.

Pero la idea es un poco más compleja. Creemos que la emoción va de dentro a fuera. Pero el contagio emocional viene a decir que lo contrario es también cierto, que si consigo que la otra persona sonría, quiere decir que puedo hacer que se sienta alegre. Y si logro que el otro ponga cara de pena, conseguiré que se sienta triste. En ese sentido, la emoción viaja de fuera a dentro.

Es decir, que si pensamos en las emociones como una cosa que puede desencadenarse por un simple movimiento de músculos faciales, entonces podemos llegar a entender mucho mejor cómo ciertas personas ejercen una gran influencia en los demás. O sea, que si hay personas que expresan mejor sus emociones es porque resultan mucho más contagiosos de las mismas.

Los psicólogos llaman a esta clase de personas "emisores".

Estas personas, al parecer, tienen una localización de los músculos faciales diferente al resto de gente, tanto en su forma como en su prevalencia.

Howard Friedman, psicólogo de la Universidad de California, en Riverside, ha desarrollado lo que él denomina el test de comunicación afectiva. Lo usa para medir est capacidad de emitir emociones y contagiarlas a los demás. Consiste en un cuestionario de trece preguntas. Por ejemplo: si uno es capaz de estarse quieto mientras escucha buena música de baile, si su carcajada es muy fuerte, si toca a sus amigos mientras habla con ellos, si se le dan bien las miradas seductoras, o si le gusta ser el centro de atención. La puntuación más alta es de 117 puntos, y la media, según Friedman, es de unos 71 puntos.

Las personas con puntuaciones más elevadas, aparentemente, serían individuos aquejados de una enfermedad tremendamente contagiosa. El contagio emocional. La capacidad de hacernos sentir como ellos se sienten.

Para demostrarlo, Friedman mezcló a los que obtuvieron puntuaciones más altas con los que tuvieron puntuaciones más bajas. Previamente, todos ellos rellenaron un cuestionario en el que se medía cómo se sentían en ese momento. Después de formar parejas en habitaciones separadas formadas por una persona de alta puntuación y otra de baja, tras sólo dos minutos de interacción, se les volvió a pedir que rellenaran un nuevo cuestionario sobre cómo se sentían.

Friedman descubrió que, en sólo dos minutos, y sin haber cruzado palabra, los que habían tenido puntuaciones bajas habían terminado contagiados por el humor de los que tenían más puntuación. Nunca fue al contrario.

Tenedlo en cuenta a la hora de escoger la gente que os rodeará.

Vía | La clave del éxito de Malcolm Gladwell




 
 

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Fallece José Manuel Casas Torres, Maestro de la Geografía española

¿Nuestro cerebro sabe qué hora es en todo momento?

 
 

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via Genciencia by Sergio Parra on 6/3/10

Alguna vez nos hemos acostado pensando a qué hora deberíamos despertarnos y, aunque no tuviéramos despertador a mano, hemos abierto los ojos justo a esa hora. ¿Eso significa que el cerebro sabe qué hora es?

En 1940, los psicólogos creían que teníamos semejante control del tiempo gracias a una versión básica de un cronómetro que contaba una serie de movimientos regulares fijos, como impulsos cerebrales. Pero nuestro cerebro mide el tiempo de una forma más alambicada.

Dean Buonomano, un profesor de Neurobiología y Psiquiatría de la UCLA, argumenta que, cada vez que el cerebro procesa un evento sensorial, como el piar de un pájaro, por ejemplo, se dispara una cascada de reacciones entre las células cerebrales y sus conexiones. Cada una de ellas deja una huella que permite al cerebro recomponer la información y codificar el tiempo.

Para entenderlo mejor hay que pensar en lo que sucede en un estanque cuando lanzamos una piedra. Cuanto más lejos lleguen las ondas del agua, más tiempo han tardado en esfumarse. Pues bien, cuando oímos, siguiendo con el ejemplo, dos píos de un pájaro, el primero da lugar a un pico de tensión en algunas neuronas auditivas, que a su vez provoca que otras neuronas se exciten también.

Las señales reverberan entre las neuronas durante medio segundo, del mismo modo que cuando arrojamos la piedra en el estanque, las ondas se extienden hasta desaparecer.

Cuando se produce el segundo pío, las neuronas todavía no se han reestablecido. Como resultado, el segundo crea un sonido diferente al patrón del sonido inicial. Y nuestra sensación será la de una sucesión de sonidos rápida. Porque cada acontecimiento es codificado teniendo en cuenta los anteriores.

Por otra parte, Warren Meck, experto neurólogo de la Universidad de Duke, en EE.UU, asegura que nuestro cerebro tiene tres formas de medir el tiempo. En primer lugar, están los ritmos circadianos, es decir, los que controlan el sueño, la vigilia, etc. Luego está nuestra habilidad para medir milisegundos, que es el sistema más útil para la realización de acciones de psicomotricidad fina. Y, por último. Está la que mide los lapsos de tiempo, que van desde unos segundos hasta algunos minutos.

Tenemos una especie de ritmómetro biológico que recoge las señales relacionadas con el tiempo de todo el cerebro y coordina si se producen simultáneamente y se refieren a acontecimientos o percepciones singulares.

Meck cree que esta función de coordinación la lleva a cabo una estructura en el cerebro medio cargada de neuronas espinosas (llamadas así porque tienen muchas ramificaciones a modo de espinas).

Sin embargo, la velocidad con la que miden el paso del tiempo estas neuronas se puede modificar. Parece ser que el detonante de que estas neuronas espinosas se pongan en funcionamiento se encuentra en la dopamina. Si se añade dopamina a este cronómetro, el tiempo va más deprisa.

Esto podría explicar la hiperactividad. O el hecho de que, cuando envejecemos, el tiempo nos pasa más deprisa: a mayor edad, se reduce la cantidad de dopamina de nuestro organismo. Y también explicaría que algunas drogas nos aceleren, como la cocaína, y otras nos ralenticen el tiempo, como la marihuana.

Después de todo, el cerebro es un buen reloj, aunque pueda modificarse su velocidad. Como jocosamente explica Eduardo Mendoza en su novela El misterio de la cripta embrujada:

Con este consuelo me metí en la cama y traté de dormirme repitiendo para mis adentros la hora en que quería despertarme, pues sé que el subconsciente, además de desvirtuar nuestra infancia, tergiversar nuestros afectos, recordarnos lo que ansiamos olvidar, revelarnos nuestra abyecta condición y destrozarnos, en suma, la vida, cuando se le antoja y a modo de compensación, hace las veces de despertador.

Vía | ¿Cuánto pesa la Tierra? De Ana Pérez Martínez




 
 

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